miércoles, 14 de septiembre de 2011

Dios, vuélveme caballo o alcornoque.





Milagro
Ángeles bellos como cuchillos/ que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.
Pizarnik


Doy vueltas en la casa. Me están creciendo, como callos emplumados, las alas.
No sé si serán de cuervo o de gaviota. Si servirán para volar o sólo me quebrarán el espinazo.
Parecen maltrechas. Como si pudiese esperar alguna otra cosa.
Dios (tú que sabes de estas triquiñuelas), no me vuelvas un ángel, un consolador de los que perdieron la fe (en caso de que existas), una imagen de estampitas, una maestra de jardín de infantes.
Dios, vuélveme caballo o alcornoque.
Pero no ángel.
O hazme llorar sangre como las vírgenes, que no otra cosa vengo llorando hace años.
O una mujer de sal, si te sirve.
Pero no ángel. No estas alas encarnadas que se resisten a dejar su condición de huesos, de piel sudorosa, de pararrayos terrestre.
Hazme judas, si sirve a tu milagro.
(yo también lo espero, te espero; llevo años puteando tu discreción y tu avaricia)
Pero no me hagas ángel.
Hay tantos pollos con hormonas y los niños buenos nunca llegan a nada. Salvo a maestros y lustrabotas.
Y no tengo fe. Se derretirá la cera cuando alcance tu diestra.
Caeré, es cierto. También ya estoy caída.
Pero haré ruido, despertaré a los niños, los perros se darán cuenta de que soy una intrusa, los gorriones comprenderán que soy una simuladora. Y estaré sola.
Estoy sola, es cierto.
Pero no creo en designios, Dios. No me des uno.
Que esto no sea más que una lumbalgia, la paranoia de la gripe aviar, un tumor benigno.
Abandóname, Dios.
Es que tengo tanto miedo.



Zoológica I

Formicar,
es decir, hacerlo como las hormigas:
hasta quedar coloradas por el agotamiento
del calor que nos calcina el cuerpo
y nos hace ir
unas tras otras
en fila
a poblar el mundo

pero antes

a poblarnos a nosotras
hasta que no quede un tallo
en este edén abandonado y sin propósito
en que no hayamos hincado el diente
probado la savia
explorado los túneles
que nos crecen por dentro

hasta palpar el mundo
e ir haciéndonos
poco a poco
pequeñas
peligrosas
invisibles


Mariana Rinesi   (Corrientes, Argentina, 1981)