jueves, 13 de octubre de 2011

Constantino Cavafis: Regresa con frecuencia y tómame en la noche


Murallas

Sin consideración, sin lástima, sin pena
me encerraron en altas y sólidas murallas.

Ahora estoy sentado aquí sin esperanza.
No pienso en nada más. No hay esperanza.
No pienso en nada más, a mi alma la devoró la suerte.

¡Eran tantas las cosas que pude hacer afuera!
¿Por qué no me di cuenta cuando levantaron las murallas?

Nunca escuché a los albañiles, nunca un ruido…
Imperceptiblemenete me encerraron fuera del mundo.



Cuando puedas

Aunque no puedas hacer tu vida como quieras
trata de no vejarla cuanto menos,
evita el excesivo contacto con el mundo
de palabras sin rumbo y sin sentido.
No la degrades arrastrándola,
llevándola contigo y exponiéndola
en relaciones falsas y estúpidas fiestas
que van dejando un aburrido y extraño lastre.



Regresa

Regresa con frecuencia y tómame,
amada sensación; regresa y tómame.
Cuando despierte el recuerdo en mi cuerpo,
y el antiguo deseo me recorra la sangre,
cuando los labios y la piel recuerden
y sienta aquellas manos que aún me tocan,
regresa con frecuencia y tómame en la noche
cuando los labios y la piel recuerdan.



La ciudad

Dijiste:
“Iré a otro país, veré otras playas,
buscaré una ciudad mejor que ésta.
Todos mis esfuerzos son fracasos
y mi corazón, como muerto, está enterrado.
¿Por cuánto tiempo más estaré contemplando estos despojos?
Adonde vuelvo la mirada veo sólo las negras ruinas de mi vida,
aquí donde tantos años pasé, destruí y perdí”.

No encontrarás otro país ni otras playas,
llevarás a todas partes a cuestas tu ciudad,
caminarás las mismas calles,
envejecerás en los mismos suburbios,
encanecerás en las mismas casas.
Siempre llegarás a esta ciudad,
no esperes otra,
no hay barcos ni camino para ti.
Al arruinar tu vida en esta parte de la tierra
la has destrozado en todo el universo.



En la noche

De todas formas, no hubiera durado.
La experiencia de los años así me lo demuestra.
El destino puso un final abrupto.
Fue breve ese tiempo
pero qué fuertes sus perfumes
y en qué cama espléndida estuvimos.
Y qué sensualidad dimos a nuestros cuerpos.
Un eco de los días sensuales volvió,
algo del fuego juvenil que compartimos.

Tomé de nuevo una carta entre mis manos,
y leí y releí hasta que la luz se fue.
Melancólico salí al balcón
para olvidar mis pensamientos, por lo menos,
viendo la ciudad que amaba,
un poco de movimiento en las calles y en las tiendas.



En la calle

Su bella cara, un poco pálida,
sus ojos castaños, ligeramente cansados,
tiene 24 años, pero parece de 20,
un aire de artista en la manera de vestir,
el color de la corbata, la forma del cuello.
Camina sin rumbo por la calle,
como poseído por la sensualidad
del ilícito placer que acaba de gozar



Una noche

La habitación es barata y sórdida,
escondida en los altos de una taberna equívoca.
Desde la ventana se veía la calle sucia y estrecha.
Desde abajo llegaban las voces de los obreros
jugando a las cartas y divirtiéndose.
Y allí, en la usada y ordinaria cama,
tuve el cuerpo del amor,
me embriagué con los rojos y voluptuosos labios.
Y ahora, cuando lo escribo después de tantos años,
solo en la casa, me embriagan otra vez.



Constantino Cavafis (Alejandría 1863, 1933)
Traducción del griego de Cayetano Cantún