lunes, 10 de octubre de 2011

Diego Bentivegna: Palpita en los canales la reliquia obsesiva

 Marc Chagal




Las sirenas

Fue en un segundo.
Oímos el canto genital de las muchachas,
las pájaras fatales de las rocas;

la melodía sabrosa de la muerte,
un ulular clavado
en las gargantas oscuras de la horda.

Fue en un segundo
ver desde el barco un pobre cuerpo mixto:
Parténope destrozada entre las rocas,
hecha polvo en la tierra abandonada.



Paisaje de fondo

…l´incontro con la immensa capitale mediterranea, piú classicamente antica di Roma stessa, e insieme spagnolesca e orientale…
Roberto Longhi, Caravaggio.


Al fondo, Nápoles es un cuaderno abierto,
un trozo de papel que mancha las orillas,
un manuscrito perdido en la basura,
rastros de tinta que las tormentas llevan,
que el viento vuelve signos ilegibles.

La ciudad como un manto
bordado con su sangre
de calles olorosas, perros, cuerpos:

una tierra encarnada que declina
hacia el borde del agua;

muros que tiemblan con la marea densa
frente a las olas que arrastran pedazos
de cartón, culos de botella, gritos.
 
En el fondo
la escollera en que las sombras se difunden,
la orilla a la que vuelven
salados los difuntos

como si todavía, en un instante,
lográramos rozarlos.




Líquidos

                            este viento que desnuda los huesos de la carne…
                            Yorgos Seferis


I

De todas esas cosas algunas nos llevamos,
un cuerno de marfil, las fotos de los muertos,
reliquias de la tierra, ampollas
de vidrio azul, vidrio verdoso, vidrio amarillento
con el maná que exudan los cuerpos de los mártires.


Palpita en los canales la reliquia obsesiva,
pervive en sus entrañas la sustancia
que no puede quebrarse
porque cada fragmento es, él mismo, una reliquia,
un trozo de sí mismo irreductible.


II

Pero hacia abajo
la saga de la carne prolifera
en un pueblo de ratas;
se esparce en las cloacas,
en la brasa rojiza
que se quema en la lengua del castrado.
La arena musical se hace un solo chirrido,

como el rumor que persiste entre las púas
se aloja en la hendidura pastosa de los discos
con su voz aguzada, su mar claro,
allá donde  los peces lunares se enamoran.

Una música intáctil es lo que ahora sentimos,
la sangre rítmica que a la medianoche
estalla en las almohadas:

Nápoles, líquida,
que se aleja hacia el fondo con sus calles,
como un inmenso
cuenco desventrado,
como el cadáver mórbido de un río.



Diego Bentivegna (Munro, Buenos Aires, en 1973)
Inéditos