domingo, 19 de junio de 2011

Fabián O. Iriarte (Laprida,1963): Había poemas que no se podían escribir





Dieta

O quizás deberíamos
comenzar otra dieta. Comer rayos de sol,
por ejemplo.

O crisantemos color púrpura. Ir sacando
pétalo a pétalo el corazón de los días
entre los dos.

O comer la noche,
desde su brisa azul
hasta los pliegues mínimos de sus horas.

Hasta lo último.


Árboles

Se tomaron medidas
cortaron los árboles del parque

Para que no haya más levante
para impedir las corridas
toda la ciudad quedó sin árboles

Entonces fundamos otro país
y lo llenamos de parques
otra isla y la llenamos de árboles
plantamos miles de árboles.


“To my purpose nothing”
(Shakespeare, Soneto XX)

Esa cosa que no es cosa
para tu propósito
que no es nada para tus intenciones

Esa cosa o cosita / mucho o nada
mucho ruido y pocas nueces
para tus mórbidas causas o razones

Esa cosa / mucha cosa y poco nada
bella añadidura de la naturaleza
la quiero para mí / la quiero mía


Los dos árboles del Jardín del Paraíso

Había un árbol de la vida. Y había otro árbol
Del conocimiento. Del segundo árbol colgaban manzanas
cuyo sabor estaba prohibido. Dios había prohibido
probar la fruta del árbol del conocimiento. Pero el fruto era
demasiado tentador. Y unos hombres probaron del fruto.
Hombres que fueron puestos en las sombras.
Para mirar imágenes de hombres desnudos.


¿Qué es el deseo?

Si el deseo, como dijo alguien, es una “enorme cicatriz luminosa”,
quizás tuviera razón. Quizás tuviera razón
o error. Si ahora es una cicatriz, entonces
el deseo fue alguna vez herida abierta, derramada, manante,
una herida que arrastra y arrastra el cuerpo
y lo arrastra hasta el borde
de otro cuerpo—el tuyo—y una vez allí
el deseo es un cuchillo
que corta o abre un abismo en la carne
y después escalpelo que rasga
parte de tu conciencia y de tu tacto
como una operación quirúrgica y no te deja,
no te deja dormir porque de ese espacio o llaga
se escapa y mana como sangre inacabable
y parece que busca dejarte o dejarte sin ganas
de nada más. El deseo viene y te hace eso y se va,
pero se queda y es esa “enorme cicatriz luminosa”.
Tiene luz pero duele. Tiene dolor pero no te importa
porque el deseo te mantiene vivo, es prueba
de tu existencia en su mismo acto de herir,
abrir, curar y dejar la cicatriz siempre prendida.


Había

Había palabras que no se podía imprimir
ni en diarios ni en libros ni en revistas.

Había besos que no se podía dar
en público ni en privado.

Había pensamientos que ni se podía pensar.
Había poemas que no se podía escribir,
ni siquiera pensar en escribir.

Había policías tendiendo trampas y mirando
por debajo de las puertas de los baños.

Había. Pero no había.


Brevísima nota para Gertrude Stein

Para hacer florecer la rosa que te falta,
hay que ir al jardín
y decirla en voz alta.



Peregrinación a la casa del poeta


Rumors are current about him
and nicknames given which I dare not mention
for fear to spoil the whiteness of my paper.
—Stephen Schilizzi


Entra despacio, como con miedo. Pero no es miedo,
es veneración. La puerta entreabierta, como de costumbre.
Y la casa es como un santuario. O un museo.

Peter Bradley entra a la casa del poeta
en Rue Lepsius. Ha venido de Inglaterra
para ver el cuarto tranquilo donde solía escribir el poeta feo.

¿Cómo no iba a tener miedo, si su amigo era ridiculizado
por los chicos que andaban en burro? En el barrio
de la mezquita había una maison de passe. Alojaba muchachos
contentos de ganar un talliro extra

Y a la mañana siguiente Constantino
tramaba poemas obscenos y arrepentimientos
con un pedazo de tiza contra las paredes de la habitación.

Fue a la Pharmacie Française, pero tenía el presentimiento
de que el veredicto del doctor no sería favorable. La letra T,
su corazón alrededor del cual erigieron una muralla.
Alejandría, construida sobre un estrecho risco de piedra caliza,
separada de Egipto por lagos de sal, lejana de Europa por el mar.

Porte de Rosette, tijeras, bakaliko, mermeladas, bizcochos,
cigarros y tragos. Lady Zervudachi, un príncipe samiano, el Sr. Tsirkas,
todo el mundo mondain.

Al volver, Peter me contó que se puede
ver parte de los ladrillos en la pared descascarada de la calle,
como un palimpsesto a descifrar. Con relación a lo que esperamos,
el sentido de un texto se dice anagógico. Quo tendas.

“Nací en 1950 en una familia católica irlandesa
en Swindon, lugar natal que comparto con Diana Dors.
Trabajo en un proyecto de haiku”.                         
Algún día yo también haré este viaje.

Fabián O. Iriarte (Laprida, 1963)
Inéditos