martes, 1 de noviembre de 2011

Jorge Nuñez: Así y todo aprendí a guiarme con las estrellas




                            ley

                            rocas oscuras metálicas
grandes como una ciudad
flotan en el vacío
cumplen en bajar hacia mí
cada vez que les pido
aceleran arden
se desintegran en la atmósfera

en esas noches
minúsculas partículas
caen sobre cualquier lugar



bitácora
                           
aunque mi derrotero no haya sido heroico
y de hecho no conozca más que
estas cuatro paredes
así y todo aprendí
a guiarme con las estrellas
a dormir atado para no perder el rumbo
la barba helada
cerca de los témpanos del sur
                       
resulta sorprendente la distancia
el fragor de aquellas noches en la cubierta
oscilante y resbalosa
y las rémoras echadas por la borda
que siguen pesándome
aún desde el fondo del mar
como si todo itinerario
estuviera hecho de renuncias

lo cierto es que llegué al punto
de querer inventar un puente
o una persona a quien mirar a los ojos...
(tarde o temprano todos escribimos
desde un lugar remoto
con la sola esperanza de que alguien
se acerque a rescatarnos)

sobreviví con lo que tenía a mano
mi idea fue verter en la botella el mar
y su inclemencia
asegurar una tapa hermética
y lanzarla con toda mi fuerza
para quedarme viendo
cómo se perdía en el horizonte



un nombre propio

                            es inútil intentar callarnos
el cuerpo es por naturaleza un instrumento
más ruidoso que un viejo restrojero
los tendones no dejan de crujir
la respiración el fluir de la sangre
se interponen
pongo el oido en la almohada
como en el riel de una vía muerta
y esa es toda mi búsqueda
sé que detrás de los últimos árboles
que esperan su cuota de viento
o más allá
en los declives que hacía
la respiración de mi madre
una nota muda golpea
desde siempre
las letras de mi nombre
late al revés de mi corazón
y sostiene mi andar
de pequeño saltamontes
sobre el papel de arroz



colibrí

                             lo dulce en el fondo
de la flor
no tiene desperdicio
pero llegar con una mínima lengua
aprovechar toda la oportunidad
el cáliz
sin tocar los pétalos
a duras penas alcanza
para reponer lo que se pierde
en el esfuerzo de mantenerse
en vilo
ese pico curvado no sabe cantar
no dice lo que arriesga
en su lucha aérea
ni explica qué lo sostiene
mas allá de sus alas
todas esas cosas suspendidas
sobre la tierra
su denodada belleza
debatiéndose por permanecer


                                      
                             Jorge Nuñez (1969, CABA)
                             De La administración del fuego