jueves, 12 de abril de 2012

Celeste Gauchat: Se abre otra ventana








búsqueda del tesoro

siempre que se busca algo
es un día soleado o está a punto de llover
todo cuerpo es un mapa
y algunos accidentes son más definitivos
que otros          aun así
guardamos  una memoria de lo temporal

cuando voy a abrir la ventana
la punta del tablero de dibujo
se hunde apenas en el muslo izquierdo
casi con ternura
y la piel le devuelve el saludo
con retraso mientras muda el color
como el caballito de mar sobre el estante
que no atina a dar
un veredicto estable sobre el tiempo

con persistencia me quejo de los límites
por eso confío en que están
más allá de lo esperable
pero casi nunca es así
                        darse la cabeza contra las paredes
                        tropezar dos veces con la misma piedra
son dichos que me definen
en su interpretación más literal

la miopía altera los espacios
en una escala oscilante como el tiempo
el ojo distorsiona lo real
pero no sólo porque ofrece apenas
un único punto de vista sino también
porque lo real se distorsiona a sí mismo

y esto no significa que la pared
no esté donde está ni tampoco la piedra
es el impulso de querer atravesarlas
como si no lo estuvieran


aritmética

está esperando que suene el teléfono
porque la última vez
fue ella quien escribió
se muere de ganas de contar todo
pero la situación le exige
que no diga nada y fiel
a las convenciones repite la ecuación
que resulta de multiplicar los silencios
restarle importancia
y dividir el resultado por la aceleración
del pulso cardíaco
cuando al despejarse la incógnita
de la ausencia   el objeto amado
por fin se muestra
como un infinito


despechada antes de tiempo
                                                                                    
                                                             a mis hermanas                  

despechada antes de tiempo
nada cambia acá. la noche es noche
y es mía y el día
permanece intacto del otro lado
de la ventana.
no sé si es una ventana
que abre otra ventana
o si es más bien una suerte
de cerrazón que nos mantendrá
obtusas y distanciadas
en los años venideros.
una no deja de soñar por eso
menos de predecir lo evitable
añorando presentes imaginarios
también con algo de tristeza
futuros para mí sola
mientras tanto suyas son las cosas
a las que me entrego desmedida
comedida cuando el sol
sale y se esconde
en diez minutos lo mismo que yo
no veo las nubes pero sí
su consecuencia cuando
la tarde avanza y los rayos
enrevesados me duelen en los ojos
es una luz fuerte amarilla
cuyo reflejo en la pared del patio
me concede el hacer una versión
más liviana de la vida;
pienso en sostener el techo
con tirantes vaciar los espacios
para coleccionar presencias
mirar fotos hasta advertir
lo invisible como decir ella acá
usaba el pelo más largo
ahora irradia una luz
capaz de atravesar océanos
ese pulóver azul de angora
mío, acaso ya no me queda?
alguna vez entramos ahí
todas nosotras juntas?
ahora se desdoblan los presentes
hay dos lugares desde los cuales
es posible hablar:
se reciclan los eventos
y nosotras vivimos como nuevo
todo hecho pasado
acunado como un niño
en los brazos huecos de la memoria


aleteo

gesto inicial de la mariposa
que habita de mi boca
hacia adentro y también
de los cardenales que hicieron
nido en la santa rita, el jazmín
lechoso y los búhos
en el estante de casa. me acuerdo
las tardes en ladrillos apretados,
una antigua fábrica de mosaicos
donde hoy se estacionan los vecinos.

no había nacido pero viaja
la memoria antes de mi existencia
llega a la mano el mate y despierto:
la vida empieza a tomar forma
justo ahora  aprendemos a dejar
el nido, el mismo en casa de los abuelos,
ocupado hoy por aves vespertinas
que saludan antes de dormirse

yo apenas muevo estas alas todavía
no mido su virtud ni la extensión
de mi destino    desde acá
mis párpados se resisten
a descubrir líneas de horizonte
parciales y deslindar un posible
campo visual     es incipiente
mi instinto de vuelo sólo
por temor a ser icáreo, apresurado.


Celeste Gauchat (La Plata, 1986)
Inéditos